“El placer y la acción hacen que las horas parezcan cortas”,
William Shakespeare
La diversión es un arma poderosa, capaz de motivar no sólo a uno mismo, sino a todo un grupo. Son todo ventajas. Divertirse y reírse fortalecen nuestro sistema inmunológico, hacen que nos sintamos más alegres, libera endorfinas que mantienen el dolor a raya y, lo mejor de todo, reduce el estrés que está invadiendo a nuestra sociedad. En fin, que cuando nos divertimos sentimos esa sensación tan deseada de bienestar general. ¿Quién no quiere divertirse? Transformemos, entonces, en la medida de lo posible, nuestro trabajo en diversión. No solo por nuestro bien, sino por el bien de nuestros estudiantes, que irremediablemente querrán volver a encontrarse con nosotros. Esto supone que nuestras reservas de clase se verán incrementadas y mantener estudiantes de larga duración será mucho más sencillo y probable, pues serán ellos mismos los que querrán disfrutar de esos momentos.
Esto no es nuevo. Ya Confucio nos advirtió de esta necesidad: “Elige un trabajo que te apasione y no tendrás que trabajar ni un solo día de tu vida”. Claro, aquí hay que entender trabajo como una dificultad o molestia, cosa que a mí me resulta complicado, pues afortunadamente, disfruto de lo que hago. Amo mi trabajo. Me apasiona encontrarme con gente de todo el planeta, conocer las historias colectivas de su cultura y las individuales de sus propias vivencias. Si la diversión es lo que hace que nos comportemos con alegría y entusiasmo, entonces, mi trabajo es diversión.
Por supuesto, que cuando monetizamos nuestra pasión nos encontramos de nuevo con los opresores de nuestra libertad: los horarios, los pagos, el fin de mes, y aunque los menos, algún que otro individuo que, esporádicamente, consigue hacerte dudar de lo que estás haciendo, aunque sea por un solo momento. No obstante, nada de esto ceja mi empeño de seguir disfrutando. En esos momentos de bajón, solo pienso en las motivaciones qué me trajeron hasta aquí, hasta donde ahora me encuentro.
Si nuestros estudiantes se divierten, querrán seguir haciéndolo con sus lecciones y, además, serán nuestros embajadores en el mundo. El boca a boca aún funciona casi mejor que las redes sociales: el café en la oficina, el bocata en el recreo, la cervecita en la terraza del parque… Entonces, ¿Cómo pueden nuestros estudiantes disfrutar de igual manera para que estudien con nosotros?
Pues bien, está en nuestras manos el poder reclutar ese ejército de personas cuya lucha es tan solo aprender divirtiéndose. Maravilloso.
- Necesitamos relajarnos y disfrutar del momento.
Crea una atmósfera propicia para la diversión. Cuando nos divertimos, olvidamos nuestros problemas, nuestros conflictos diarios. Para ello necesitamos eliminar tensiones. Si el profesor está estresado o tenso, el alumno lo estará también.
- No solo somos trasmisores de conocimientos sino guardianes de su motivación.
Escucha activamente. De este modo, podrás entender sus inquietudes y podrás ayudarles a sentirse seguros y salvaguardados de cualquier miedo que haga que dejen su aprendizaje. Necesitan tener confianza en sí mismos para poder aprender, divertirnos. Disfrutar en la clase es esencial para la motivación del estudiante y tu oportunidad para hacer equipo, un tándem entre el estudiante y tú.
- El deseo de saber y de contar.
Es increíble la de cosas que se aprende interactuando cada día: desde el trote de los caballos finlandeses hasta la cultura de los descendientes de los judeoespañoles expulsados de España hace más de 500 años, pasando por los beneficios de bañarse en los gélidos lagos de Suiza en invierno o lo relajante de un atardecer en las Montañas Azules de Australia. Yo disfruto infinitamente conociendo estas curiosidades, al igual que lo hacen los estudiantes conociendo las nuestras. Ellos también están ávidos de conocimiento, y nosotros podemos hacerles partícipes de nuestras vivencias, acercarles a una inmersión cultural.
- Las cosas divertidas se disfrutan sin más.
La creatividad y la imaginación son necesarias para mantener a nuestros estudiantes. Hay que sorprender y dejarse sorprender. Hacer algo no cotidiano y que nos gusta es divertido y disfrutamos al máximo de ese momento. Es por ello que se debe cambiar de actividad y de enfoque de vez en cuando. Por ejemplo, el verano es un buen momento de corte. Pequeños cambios, como tu ropa, quizá más informal en verano, el lugar desde el que impartes la clase o toques veraniegos en tus presentaciones marcarán la diferencia entre el verano y el resto del curso. Aprender será una actividad un poco más vacacional.
No lo pienses más y no le des más vueltas. Diviértete y haz que tus estudiantes se diviertan. Curiosamente, cuanto más te diviertas más trabajarás. Si quieres ver incrementadas las solicitudes de clases empieza a pasarlo bien. “Con frecuencia el hombre busca una diversión y encuentra una compañera.”, (André Maurois). Podría pasarte a ti. Encontrar estudiantes que serán tus amigos y compañeros de viaje.
Comentarios
1 comentario
Una muy interesante información, deja bastante para pensar e implementar en el día a día.
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